lunes, 18 de mayo de 2009

Nuestra columna de fin de semana en Madrid (o cómo cada sector cree que estamos para permitirnos acciones aisladas)




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Año X - Madrid, jueves 14 de mayo de 2009

Opinión

¿De quién los errores de interpretación?
Santiago José Guevara García (Valencia, Venezuela)
sjguevarag@gmail.com


Que dieciocho economistas o analistas económicos venezolanos, algunos de ellos de mi mayor reconocimiento y respeto personal, necesiten casi dos meses para concluir lo que algunos dijimos en el momento mismo de las medidas oficiales anticrisis (ver nuestro blog: http://planespecialanticrisis.blogspot.com, en las fechas cercanas a los anuncios) y terminar no proponiendo nada a cambio –ni siquiera una medida-, es un indicador de lo precaria de la capacidad de resistencia argumental –¡qué decir de la política!- a los manejos del régimen.

Si Chávez y sus militarotes, ultrosos, cleptócratas y oportunistas son malos, la primera responsabilidad de toda iniciativa alterna a su desastre debería ser un mínimo de sistematicidad y “timing” -para no pedir más- en el aporte de opciones a la atribulada sociedad castigada por el pésimo manejo oficial. Comienzo por lo ya dicho: mucho discurso y poca sistematicidad. El documento conocido no permite la visualización de un modelo comprensivo de la situación económica venezolana, que sea útil para la toma de decisiones. Ya discutiremos de quiénes, pero lo primero es que cualquier diagnóstico debe exigirse la inmediata comprensión integral del problema, pues sólo es útil si contribuye satisfactoriamente a la efectiva toma de decisiones. Si no, ¿para qué, entonces?

El problema se evidencia con el marcado énfasis en el problema inflacionario; dicho sea, con un manejo inconvenientemente tradicional y sin referencia alguna a situaciones de igual o mayor gravedad, como la brecha positiva del crecimiento potencial (estudiado por el FMI), las condiciones para la realización de la actividad productiva (señalado por “Doing Business” del Banco Mundial) y los datos de derechos de propiedad y otros elementos de libertad económica (referidos por el “Fraser Institute” o la “Heritage Foundation”). O, con relación al problema inflacionario propiamente dicho, la ausencia de una política monetaria profesional.
Faltaría todavía un asunto relativo, pero lo dejaremos para el final. En lo formal, el grupo de economistas redactores del documento llegan, en la calificación de la iniciativa oficial de marzo, más lejos que el gobierno mismo. Califican en tres oportunidades de “Plan Anticrisis” lo que ni siquiera el mismo gobierno califica así. Porque no lo fue, en su denominación, su ingeniería o su objeto. Y no por problemas de interpretación económica, tal como repetidamente señalan, sino de diseño político de alto vuelo en el manejo de la completa situación nacional. Las medidas anticrisis del gobierno son apenas un frente del real “Plan”.

Y voy a lo prometido arriba y a lo que resta por decir. El descontrol inflacionario no es tal. Nadie, ni siquiera el más distraído de los oficialistas, podría defender que el gobierno cuida la inflación. No es su interés. No lo hace y no le importa. Tampoco que se lo digan. “Pinocho” Cabezas prometió, al lanzar la fulana “reconversión”, que la inflación anual del año pasado sería 2% y luego la corrigió a 3%. Sucesivos ministros la fijaron en cinco nuevos valores. El último fue de 28,5%, por el actual ministro Rodríguez Araque. Y finalmente, fue del 32% (AMC, única cifra metodológicamente comparable con las anteriores). No hace falta más demostración de lo dicho. Y es que sucede que, para los estrategas oficiales, la inflación no es un problema. Porque la economía no es su problema. Lo es, evidentemente, la política. Y en términos políticos, la inflación es un ariete económico al servicio de un fin político: el empobrecimiento de los agentes privados y el enriquecimiento propio. Como lo es el conjunto de medidas de marzo. Por tanto, no es que haya un sesgo fiscalista. No es un problema de política económica. Es que en el plano de la Economía Política, -que es otra cosa- cada vez se pone más a la sociedad venezolana al servicio de un proyecto político parcial que pretende aniquilarla. La gran disyuntiva, entonces, es hacia dónde decidir y actuar.

Y no tengo dudas que es hacia la amplia sociedad nacional. Y mucho más allá de lo económico. Es a lo social (ciudadanía, actuación cívica, republicanismo, organización, proyecto de país, militancia diaria, etc.) a dónde se debería apuntar. Resaltar el hecho de que los desequilibrios y distorsiones actuales tendrán impactos negativos sobre los venezolanos es claramente insuficiente. Y nos convencemos de que los errores de interpretación y manejo de la realidad parecen estar más en algunos críticos de la presente gestión gubernamental que en el régimen. Mientras en los sectores democráticos sigamos en una especie de juego autista, tendremos que aceptar que el juego y su ritmo lo impongan del otro lado. Desde octubre hemos estado manejando un conjunto de análisis, propuestas concretas, posiciones y facilitaciones, recogidas en un “Plan Especial Anti Crisis para Venezuela”. Para los apreciados colegas, habría bastado reconocer al otro y darse un paseo por la Red.

viernes, 8 de mayo de 2009

¡Nuestra columna de fin de semana en Madrid, España!




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Año X - Madrid, viernes 8 de mayo de 2009


Opinión
Un polo logístico frustrado

Santiago José Guevara García (Valencia, Venezuela)

Finalmente se publica el llamado “Ranking de puertos” latinoamericanos y del Caribe, de la CEPAL. Como era previsible, Puerto Cabello, el principal puerto venezolano, bajó varios puestos en la movilización de carga contenedorizada. Del quinto, a comienzos de década, llegamos al duodécimo. Y la tendencia es “palo abajo” como dicen por aquí. No sólo en la importancia relativa, sino incluso en la movilización neta. Una sistemática tarea gubernamental de destrucción nacional y la carencia de una mínima visión geoeconómica y geopolítica para el progreso explican lo sucedido.

El puerto y la ciudad ya sufren las consecuencias de gobiernos ineptos, corruptos o ignorantes.Hoy, el puerto se encuentra “recentralizado” (tomado militarmente por el Gobierno nacional, después de descentralizado, de acuerdo a la Constitución) e imbuido en una espiral descendente en lo que toca a su reconocimiento, servicios y condiciones de seguridad. La ciudad, ni se diga: su deterioro es criminal.

Lo que pudo ser un polo logístico de importancia global, es hoy un gigantesco garaje, depósito y ámbito de pillerías de todo monto, al cual las principales empresas de carga marítima internacional y los sectores líderes locales rehúyen.

Mientras tanto, los puertos de Cartagena, Panamá (Caribe y Pacífico), Costa Rica, Perú y Chile avanzan a ritmos envidiables. Hoy, son otros los destinos que ocupan el lugar que se nos prometía. La competitividad y la prosperidad, lamentablemente, están en otra parte.

Es de suponer que los empresarios portuarios porteños más pudientes estén, en estos tiempos, invirtiendo en otros países. Lo dije, como anticipación, hace dos años, en el medio español que me acogía entonces: “Venezuela tiene las condiciones, pero si no es dentro del país, al menos será para los venezolanos: en Colombia, Dominicana, Costa Rica, Chile o cualquier otro lugar pujante de América Latina”. Hacia allá se dirigen las inversiones, el empleo y la bonanza. Hacia allá y otros destinos (Neerlandesas, Aruba, Florida) están yéndose los capitales y el emprendimiento nacionales.

Y las razones no son las ridiculeces que esgrimen el sindicato de focas y el histrión mayor del país: que si son apátridas, pitiyanquis, golpistas, escuálidos, etc. ¡No! La razón es más sencilla, aunque dolorosa. Y la repito: ineptitud, delincuencia de “cuello blanco” e ignorancia, en lo portuario, y acelerada pérdida de condiciones para la iniciativa privada, en razón de la demencial política estatista de Chávez y su nula visión de futuro.

En lo que toca al Caribe Sur, Colombia y Panamá están tomando la delantera. Aruba y Curaçao muestran situaciones distintas, con restricciones, pero sin explotar todas sus ventajas posibles.

Pero, Venezuela detenta, en razón de su ubicación geográfica y de algunas fortalezas infraestructurales, una posición privilegiada para la competitividad en los servicios de transporte y logística internacionales y el amplio complejo productivo que se les puede asociar. Ese es un nicho. Muy interesante. Venezuela podría convertirse en un centro regional de servicios, de calidad mundial. Ello, porque puertos y aeropuertos son la oportunidad de inmensos complejos de negocios. Eso será tarea del ojalá que próximo relanzamiento nacional.

viernes, 1 de mayo de 2009

Artículo de nuestra columna de fin de semana en Madrid, España





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Año X - Madrid, jueves 30 de abril de 2009


Opinión

Mensaje a Obama desde Venezuela
Santiago José Guevara García (Valencia, Venezuela)


La prueba de fuego ética de la gestión externa de Obama podría estar en Venezuela. Menos importante que el statu quo con China y Rusia, la coordinación en el G-8 y el G-20, el Medio Oriente, Corea del Norte, México, Cuba u otros temas de la hora actual; nuestro pequeño país se ubica en el centro de problemas de orden principista de gran valor, con implicaciones prácticas riesgosas en este nuevo orden mundial marcado por la deconstrucción azarosa y de necesaria “guerra contra una vasta red de violencia y odio”.

En la hora actual, intensificado desde el último referéndum, y con una larga historia de cerca de 10 años de ingobernabilidad democrática, el país es el centro de una desigual batalla entre, por un lado, un régimen cada vez más dictatorial, irresponsable, desestabilizador, propiciador de la violencia interna y partícipe de acciones de claro signo forajido, incluidas sus relaciones con los sectores radicales cubanos, la narcoguerrilla colombiana y su apoyo al programa nuclear iraní y, por el otro, los valores fundamentales de la sociedad moderna: estabilidad, democracia, derechos humanos, instituciones, justicia y progreso y los principios fundamentales de la Constitución.

Venezuela se relaciona con la agenda de Obama en al menos dos niveles: por la vía de las relaciones con Cuba y por su peculiar relación con la teocracia iraní.
La dictadura cubana subsiste gracias a la relación entre los sectores radicales de los gobiernos de Cuba y Venezuela, y no es posible entender la Cuba actual sin sus relaciones con el régimen chavista. De hecho, más allá del fracaso de la pretendida unión de ambas naciones, que anunciaran sus gobiernos hace algún tiempo, hay una intrincada imbricación entre los regímenes, con particularidades preocupantes. Como prueba, los recursos venezolanos otorgan un margen de acción e independencia mayor al régimen y a sus sectores más radicales y la mitomanía chavista relativa a “un nuevo orden geopolítico mundial” es una carta cubana, para aparentar una mayor amenaza a la real, pero en manos de un peligroso creyente en una nueva bipolaridad. Cuba hoy ya no es Cuba, sin el masivo y variado apoyo en las riquezas y facilidades de su relación con Venezuela.

El reciente “juego estratégico” iniciado por la administración Obama hacia Cuba, incurriría en un grave error si no considera los factores anteriores. No es posible una solución al problema cubano que no la incluya también el problema venezolano.
El segundo nivel es más complejo aún. Más allá de las situaciones atribuibles a los sectores radicales cubanos, los gobiernos de Chávez y Ahmadinejad comparten el designio de una geopolítica que hemos llamado “iconoclasta” o “forajida”, en la cual, tras relaciones revestidas de intereses nacionales comunes, se cobijan situaciones y riesgos a contracorriente de las soluciones convenientes para el Medio Oriente y el mundo en general; en los planos de: la geopolítica de la región en la cual se ubica Irán, lo energético, la expansión de los sentimientos y actuaciones contrarias al orden establecido y en situaciones favorables al terrorismo, las guerras de resistencia y las posibilidades nucleares iraníes.

Los manejos ya iniciados por el Gobierno Obama hacia el medio Oriente e Irán, no pueden prescindir del análisis del avivamiento, por Chávez y Fidel Castro, de una geopolítica alterna, perfectamente posible en el cambiante y riesgoso mundo actual.
Para los sectores democráticos, institucionalistas y progresistas venezolanos resulta imperativo proponer al Gobierno de los Estados Unidos y a la comunidad internacional alineada con los valores occidentales, la consideración de la muy particular secuencia de situaciones en las cuales se encuentra involucrado el régimen chavista. Representan una clara violación de nuestra Constitución, cuyo artículo 333º, a pesar de los atentados del régimen, nos obliga a su defensa.

Los efectos de esas situaciones en América Latina ya son conocidos. El observable atasco en las relaciones USA-Cuba, después del paso inicial del Gobierno Obama y la apertura de Raúl Castro, anunciada en Cumaná (Venezuela); el proclamado G-2 de Chávez y Ahmadinejad; el acuerdo minero resultante; la creciente cubanización de Venezuela, que podría permitir a los sectores fidelistas una base de apoyo distinta a Cuba, con mayor potencial desestabilizador y que podría dar la impresión de cesiones del régimen en lo relativo a la propia isla, sin sacrificar su proyecto iconoclasta; etc., son factores de necesario análisis y tratamiento en la particular coyuntura mundial presente.

Los sectores democráticos, institucionalistas y progresistas venezolanos se sienten responsables ante el mundo por los despropósitos del régimen que hoy hace partícipe a nuestro país de situaciones indeseadas en el orden regional y mundial.

Y también se quieren hacer parte de las soluciones. Es una tarea que nos concierne a los nacionales venezolanos principalmente. Pero involucra a todos los arquitectos de nuevas y “firmes alianzas y convicciones” para combatir a los enemigos de hoy y construir el mundo promisorio y estable del mañana.